Sociedad Jose Marti

sábado, junio 04, 2005

SE COMPLICA LA SUCESIÓN EN CUBA

Sociedad Jose Marti


Por Carlos Alberto Montaner (Firma Press)

Si Fidel Castro hoy decidiera morirse el velorio estaría lleno de gentes más nerviosas que compungidas. A Raúl, su hermano y heredero, tal vez ya no le resulte tan sencillo asumir el poder, y mucho menos ejercerlo eficazmente. Han vuelto a aparecer con gran fuerza los testimonios sobre su intensa vinculación al Cartel de Medellín en la década de los ochenta, y eso es devastador para cualquier gobernante.

La noticia saltó a la luz pública hace pocas semanas por medio de un despacho de Televisión Española*: John Jairo Velásquez, conocido como «Popeye», mano derecha y Jefe de Seguridad de Pablo Escobar (el gran capo del Cartel de Medellín muerto a tiros en 1993), desde la cárcel bogotana donde está retenido por asesinato dio toda clase de detalles sobre las estrechas relaciones entre Raúl Castro y los barones de la droga colombianos.

Ni tardo ni perezoso el gobierno cubano trató de sembrar dudas sobre la veracidad de las palabras de «Popeye» -quien se propone escribir sus memorias bajo el muy churchilliano título de «Sangre, traición y muerte»-, pero las afirmaciones del sicario colombiano coinciden milimétricamente con el resto de la información de que dispone el DEA, incluidas las fotos de la utilización de las bases militares de la Isla para la recepción y reexpido de la droga. Para quienes conocen cómo funcionan la Inteligencia y las fuerzas armadas del país, resulta absolutamente imposible de creer que esas operaciones se llevaran a cabo sin el conocimiento y la aprobación del alto mando, y muy especialmente de Raúl Castro, competente y minucioso jefe del aparato militar desde más de cuarenta años.

El próximo paso de este truculento episodio está a mitad de camino entre la diplomacia y la justicia. Es posible que Estados Unidos, víctima de las operaciones de narcotráfico autorizadas y respaldadas por Raúl Castro, le solicite al gobierno colombiano que reclame la extradición del hermanísimo para que responda de estas acusaciones ante los tribunales, dado que no lo ampara ninguna clase de inmunidad. Al fin y al cabo, si el testimonio de «Popeye» ha servido para encausar al ex senador colombiano Alberto Santofimio Botero por inducir en 1989 al asesinato del líder liberal y candidato a presidente Luis Carlos Galán, no se entendería que se ignorara en el caso del general Raúl Castro.

Naturalmente, nadie espera que Fidel Castro entregue a su hermano a la Justicia colombiana, y mucho menos a la norteamericana, pero el impacto político de este renovado escándalo puede descarrilar totalmente el proyecto sucesorio en Cuba. Los militares, el Partido Comunista, el Ministerio del Interior y los órganos de gobierno de Cuba, convencidos de que, tras la muerte del Comandante, necesitarán desesperadamente de una figura que le aporte legitimidad internacional a un régimen impopular y tambaleante, totalmente anacrónico, no pueden ver con buenos ojos que se sitúe a la cabeza del Estado a una figura estigmatizada por el tráfico de cocaína. Incluso, sería muy peligroso, como se demostró en el caso panameño tras la invasión que derribó a Noriega en diciembre de 1989. Nadie en el mundo movió un dedo para protegerlo. Es muy difícil defender a los narcotraficantes.
*El articulo sobre "Popeye" fue difundido por LA VOZ DE CUBA LIBRE la semana pasada.
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