CONFRONTANDO LA REALIDAD
Por Hugo J. Byrne
Pregunta: ¿De modo que el señor Pancho Villa era un comerciante dedicado a la compra y venta de ganado?
Respuesta: No señor, Villa no compraba ganado, solamente lo vendía
(declaración objetiva del legendario sheriff, fiscal y pistolero del oeste Elfego Baca, ante un subcomité senatorial investigando problemas de la frontera con México en 1914).
Aunque el regreso lastimero de los congresistas partidarios de un acomodo con el régimen de La Habana ocurrió hace ya más de una semana, decidí esperar a que el nuevo Congreso con su mayoría demócrata tomara posesión antes de publicar mis impresiones sobre esa fallida gestión. ¿Por qué? Sencillamente porque las primeras impresiones que la prensa y sus expertos en política dedujeran de la agenda legislativa de este Congreso nos daría una medida real de la evaluación que de esa visita han hecho los propios visitantes: fracasó.
Nada ha cambiado en Castrolandia y en consecuencia nada importante puede cambiar en Washington. Dos puntos son muy evidentes. El primero es que Fifo no sólo está vivo todavía, sino que sus acólitos incluso temen su posible regreso temporal al poder, o al menos que continúe dirigiendo parcialmente la orquesta por algún tiempo desde su lecho de muerte. Los herederos del Tirano han repetido sin cesar que nada cambiará, aunque absurdamente nadie en la vertiente liberal norteamericana los tome en serio. Los totalitarios son sinceros en su amor al poder y claramente singulares en su necesidad de mantenerlo indefinidamente.
El otro punto era evidente desde el principio: El hermanísimo no es y nunca fue el pragmático reformador que la prensa ha tratado afanosamente de pintar. Raúl es simplemente alguien muy convencido de que la única manera de asegurar su supervivencia es mantenerse en el poder político total. Así lo ha dicho y tiene toda la razón del mundo. Creer que Raúl Castro pueda seguir el llamado modelo chino, entelequia contradictoria que solamente sucede en ciertas provincias de un país popularmente enorme, equivale a creer en los cuentos de hadas.
La China, como mordazmente llaman algunos a Raulito, no podría liberalizar su régimen sin comprometer su propia posición en él, aún en el caso bien remoto de que realmente lo deseara. Esto, por supuesto, incluye el renglón económico. No podría hacerlo por la misma razón que no hubieran podido hacerlo Stalin o Mao. Fueron los burócratas de una segunda y tercera generación quienes lanzaron el balón de ensayo en China. Y es bueno que recuerden los amables lectores que el resultado final de ese experimento parcial en libertades económicas todavía está por verse.
En cuanto a Gorbachev y su socialismo liberal, ya sabemos que terminara no sólo en el ignominioso mutis del Imperio Malvado, sino en el desmembramiento del estado artificial. ¿Cuál habría sido el final de Stalin si hubiera vivido en esa época? Mao Sedong, de quien todavía sus herederos mantienen altares y fotos retocadas por donde quiera, ¿qué papel habría pintado en los manejos de la República Popular de nuestros días?
Raúl Castro es un criminal con sangre en las manos. Un asesino implacable quien usara fosas comunes para sus víctimas. No sólo colaboró Raúl con su hermano en todos sus actos criminales contra el pueblo de Cuba y ciudadanos de otras muchas nacionalidades, sino que existen evidencias materiales de crímenes que cometiera R. C. enteramente por propia iniciativa. Su único posible rival en la herencia de Castrolandia (al decir de algunos), el Comandante de la Sierra Ramiro Valdés, es tan sangriento y comprometido en el crimen como el propio Hermanísimo.
¿Qué ventajas representarían para el heredero del régimen, quienquiera que este sea, propiciar una transición al cabo de la cual inexorablemente se vería ante un tribunal cubano constituído? En el universo real de la política (que el genial burócrata florentino Nicolás Maquiavelo diferenciara para siempre del universo moral), ¿quién teniendo la potestad de seleccionar su destino escoge uno forzosamente adverso?
Esa es la razón por la que simples voceros del régimen como Alarcón, Lage, Pérez Roque o Abel Prieto, jamás heredarían el poder real en Castrolandia. Esos son sólo papagayos para uso de la propaganda. El jefe del negocio forzosamente tiene que ser un personaje directamente comprometido con el terror, la violencia, el abuso y el crimen. Y ese compromiso es de sangre.
Confrontar la realidad de Cuba ha sido una labor poco visitada durante cerca de medio siglo. No son muchos los que han reconocido la verdadera naturaleza del régimen castrista. Entre los exiliados cubanos, incluso aquellos que nos autotitulamos históricos, somos pocos quienes reconocemos la realidad de un régimen al que apenas empieza a hacer justicia el adjetivo dictatorial.
En cuanto a Washington, el tema sería de risa de no ser tan trágico. La visita de la delegación congresional con sus malogradas aspiraciones a una audiencia con el Crown Prince, quien merecidamente la desairara y su consiguiente regreso con el clásico rabo entre las patas, no requiere comentarios. Se trata de una alegoría más, si es que fuera necesaria, no sólo a la eterna imbecilidad oficial norteamericana sobre el estado de cosas que rige en la isla visitada, sino al inmenso y merecidísimo ridículo que cuadra a los desterrados cubanos que aún miran al gobierno de los Estados Unidos como un elemento positivo en nuestra lucha. Y ese adefesio sayo amigo lector, le sirve perfectamente tanto a exiliados con filiación demócrata como republicana. Amén.
Pregunta: ¿De modo que el señor Pancho Villa era un comerciante dedicado a la compra y venta de ganado?
Respuesta: No señor, Villa no compraba ganado, solamente lo vendía
(declaración objetiva del legendario sheriff, fiscal y pistolero del oeste Elfego Baca, ante un subcomité senatorial investigando problemas de la frontera con México en 1914).
Aunque el regreso lastimero de los congresistas partidarios de un acomodo con el régimen de La Habana ocurrió hace ya más de una semana, decidí esperar a que el nuevo Congreso con su mayoría demócrata tomara posesión antes de publicar mis impresiones sobre esa fallida gestión. ¿Por qué? Sencillamente porque las primeras impresiones que la prensa y sus expertos en política dedujeran de la agenda legislativa de este Congreso nos daría una medida real de la evaluación que de esa visita han hecho los propios visitantes: fracasó.
Nada ha cambiado en Castrolandia y en consecuencia nada importante puede cambiar en Washington. Dos puntos son muy evidentes. El primero es que Fifo no sólo está vivo todavía, sino que sus acólitos incluso temen su posible regreso temporal al poder, o al menos que continúe dirigiendo parcialmente la orquesta por algún tiempo desde su lecho de muerte. Los herederos del Tirano han repetido sin cesar que nada cambiará, aunque absurdamente nadie en la vertiente liberal norteamericana los tome en serio. Los totalitarios son sinceros en su amor al poder y claramente singulares en su necesidad de mantenerlo indefinidamente.
El otro punto era evidente desde el principio: El hermanísimo no es y nunca fue el pragmático reformador que la prensa ha tratado afanosamente de pintar. Raúl es simplemente alguien muy convencido de que la única manera de asegurar su supervivencia es mantenerse en el poder político total. Así lo ha dicho y tiene toda la razón del mundo. Creer que Raúl Castro pueda seguir el llamado modelo chino, entelequia contradictoria que solamente sucede en ciertas provincias de un país popularmente enorme, equivale a creer en los cuentos de hadas.
La China, como mordazmente llaman algunos a Raulito, no podría liberalizar su régimen sin comprometer su propia posición en él, aún en el caso bien remoto de que realmente lo deseara. Esto, por supuesto, incluye el renglón económico. No podría hacerlo por la misma razón que no hubieran podido hacerlo Stalin o Mao. Fueron los burócratas de una segunda y tercera generación quienes lanzaron el balón de ensayo en China. Y es bueno que recuerden los amables lectores que el resultado final de ese experimento parcial en libertades económicas todavía está por verse.
En cuanto a Gorbachev y su socialismo liberal, ya sabemos que terminara no sólo en el ignominioso mutis del Imperio Malvado, sino en el desmembramiento del estado artificial. ¿Cuál habría sido el final de Stalin si hubiera vivido en esa época? Mao Sedong, de quien todavía sus herederos mantienen altares y fotos retocadas por donde quiera, ¿qué papel habría pintado en los manejos de la República Popular de nuestros días?
Raúl Castro es un criminal con sangre en las manos. Un asesino implacable quien usara fosas comunes para sus víctimas. No sólo colaboró Raúl con su hermano en todos sus actos criminales contra el pueblo de Cuba y ciudadanos de otras muchas nacionalidades, sino que existen evidencias materiales de crímenes que cometiera R. C. enteramente por propia iniciativa. Su único posible rival en la herencia de Castrolandia (al decir de algunos), el Comandante de la Sierra Ramiro Valdés, es tan sangriento y comprometido en el crimen como el propio Hermanísimo.
¿Qué ventajas representarían para el heredero del régimen, quienquiera que este sea, propiciar una transición al cabo de la cual inexorablemente se vería ante un tribunal cubano constituído? En el universo real de la política (que el genial burócrata florentino Nicolás Maquiavelo diferenciara para siempre del universo moral), ¿quién teniendo la potestad de seleccionar su destino escoge uno forzosamente adverso?
Esa es la razón por la que simples voceros del régimen como Alarcón, Lage, Pérez Roque o Abel Prieto, jamás heredarían el poder real en Castrolandia. Esos son sólo papagayos para uso de la propaganda. El jefe del negocio forzosamente tiene que ser un personaje directamente comprometido con el terror, la violencia, el abuso y el crimen. Y ese compromiso es de sangre.
Confrontar la realidad de Cuba ha sido una labor poco visitada durante cerca de medio siglo. No son muchos los que han reconocido la verdadera naturaleza del régimen castrista. Entre los exiliados cubanos, incluso aquellos que nos autotitulamos históricos, somos pocos quienes reconocemos la realidad de un régimen al que apenas empieza a hacer justicia el adjetivo dictatorial.
En cuanto a Washington, el tema sería de risa de no ser tan trágico. La visita de la delegación congresional con sus malogradas aspiraciones a una audiencia con el Crown Prince, quien merecidamente la desairara y su consiguiente regreso con el clásico rabo entre las patas, no requiere comentarios. Se trata de una alegoría más, si es que fuera necesaria, no sólo a la eterna imbecilidad oficial norteamericana sobre el estado de cosas que rige en la isla visitada, sino al inmenso y merecidísimo ridículo que cuadra a los desterrados cubanos que aún miran al gobierno de los Estados Unidos como un elemento positivo en nuestra lucha. Y ese adefesio sayo amigo lector, le sirve perfectamente tanto a exiliados con filiación demócrata como republicana. Amén.
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