Sociedad Jose Marti

jueves, diciembre 10, 2009

LA DISIDENCIA INTERNA - Cuba

LA DISIDENCIA INTERNA

por Esteban Fernández



Algunos amigos (que me conocen bien y saben que durante más de 40 años he apoyado y cooperado con TODO y con todos los que de cualquier forma han combatido a Castro) andan sorprendidos de que no haya movido un solo dedo, ni tocado una tecla, ni gastado una sola gota de saliva, defendiendo a los llamados disidentes dentro de Cuba.

Respuesta: Es verdad, y es simplemente PORQUE NO CREO EN EL REGIMEN DE LOS CASTRO. Si a algo en mi vida he dedicado tiempo (mucho tiempo) es a estudiar, observar, escudriñar, a Fidel y a Raúl Castro y a su tiranía. Y voy más atrás, he estado atento al monstruo desde que en el campamento de La Plata le metieron un tiro por la cabeza a Eutimio Guerra por el simple hecho de sospechar que les iba a ser infiel.

Se trata de una tiranía que no permite el más ligero desliz. Si dan un acto público y alguien en su centro de trabajo se niega a asistir se mete en tremendo lío, si en el barrio alguien hace una pequeña crítica al sistema se lo llevan preso, si el pelotero dice que no simpatiza con el gobierno no juega mas a la pelota.

Estamos hablando de un grupo de asesinos (solamente comparable con Mao y Stalin) que han perfeccionado un aparato (aparato que ya casi tiene 52 años de experiencia, porque fue inicialmente creado en la Sierra Maestra) de inteligencia y de terror capaz de arrancar cabezas a la menor señal del dictador.

Si usted es considerado verdaderamente un enemigo peligroso (en realidad a los verdaderos enemigos los hicieron picadillo desde hace mucho rato) a usted lo meten en un hueco donde no ve la luz del sol por el resto de su vida. O le hacen de verdad la vida imposible, sin carné de identidad, sin trabajo, sin libreta de racionamiento.

O lo que es peor aún, utilizan contra los verdaderos enemigos EL CHANTAJE. Yo quisiera saber quién es el bravo de la película allá adentro que la Seguridad del Estado le muestre una foto de su mamá o un hijo indicándole la posiblidad de hacerles daño y no ceda y no se ponga más manso que una paloma.

Se trata de un régimen que ha fusilado a más de 19 mil cubanos, que ha lanzado a miles y miles de compatriotas a cumplir largas condenas de cárcel (hasta por ser católicos o Testigos de Jehová) y ahora quieren hacerme creer que permiten una verdadera disidencia allí.

Yo les voy a decir algo que los sorprenderá: Si mañana resucita el General Quintín Banderas (o cualquiera de los mambises) y llama por teléfono a Radio Martí, y tiene una computadora en su casa, y va de visita a Europa, y regresa a La Habana, yo no creo en él y vivo convencido que el día en que Fidel y Raúl lo crean necesario presentan a Quintín en la televisión con su uniforme de capitán del Ministerio del Interior.

Yo creo firmemente en la maldad infinita de la dictadura. Creo que Fidel Castro es un MONSTRUO, una mezcla de hiena, pantera y chacal. Raúl es igual o peor. Ramiro, Vecino, Colomé, Acevedo, la Seguridad del Estado, todos los Generales, son una jauría de perros rabiosos esperando un simple silbido para despedazar a quien se les ordene.

Fidel se limpia el trasero con todas las presiones internacionales. Y entonces algunos inocentemente se tragan el paquete de que esa pandilla de bestias le está permitiendo a un grupo de cubanos oponerse, reunirse, criticar, recibir E-mail, viajar al extranjero, tener computadoras. Yo no creo en ellos. Y quedan todos advertidos. Y cuando llegue el momento en que Castro lo decida y públicamente les imponga la medalla LENIN a Vladimiro, a Payá, a Lizardo, no se quede nadie con la boca abierta sorprendido.

Repito, aclaro: Creo que allá existe una oposición, pero no creo en la dictadura cubana, si permiten disidencia es porque la tienen controlada. A mi no me engañan.

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jueves, diciembre 03, 2009

CUBA: EL FUTURO INVISIBLE

Por Leonardo Padura (*)

http://dalnews.dal.ca/2007/10/01/leonardo1.jpg
LA HABANA, 31 de oct (IPS) Si el pasado de un hombre puede ser la acumulación de experiencias vividas que lo han llevado a ser el individuo que es, el futuro encarna el sueño, la expectativa de lo que ese hombre quiere o quisiera llegar a ser, de lo que aspira a poseer para tener una vida mejor -en el ámbito de lo material y de lo espiritual. Esa capacidad de proyectar la mirada hacia un porvenir y tratar de forzar desde el presente las cualidades del futuro es una de las condiciones intrínsecas a la condición humana y la fuente de la superación de los individuos y las sociedades a las que pertenecen.

Para los hombres de mi generación, que hemos crecido y vivido en Cuba a lo largo de las últimas cinco décadas, la noción de un futuro mejor fue uno de los motores que nos impulsó durante nuestra cada vez más lejana juventud. El deseo de superación personal, animada por los vientos de una revolución que transformó la vida del país en los años 1960, nos llevó a imaginar el futuro como un estadio tangible en el que los más esforzados, capaces e inteligentes (o dotados para explotar sus esfuerzos y capacidades) llegarían a tener no solo satisfacciones espirituales que se concretarían en una sociedad más justa y culta, sino también recompensas materiales difíciles pero no imposibles de lograr: un salario digno, una casa confortable, tal vez hasta un automóvil "asignado" por el Estado (único proveedor de éste y otros bienes desde hace cincuenta años) como premio por la labor social y la superación personal conseguidas.

La crisis económica y estructural que removió a la sociedad cubana en la década de 1990 como consecuencia directa de la desaparición de la protectora Unión Soviética, financista y socio comercial casi monopólico del Estado cubano, provocó también una fractura en la relación de los cubanos con sus imágenes de futuro: de un día para otro muchas de las esperanzas que nos animaban desaparecieron del horizonte y se impuso una modalidad de lucha por la supervivencia que apenas nos permitía plantearnos cómo "resolver" el día de hoy sin idea de si podríamos solucionar el de mañana. La capacidad y la inteligencia de los individuos muchas veces perdió sus conexiones con el ámbito de las aspiraciones colectivas y desde entonces fueron los más hábiles y arriesgados los que se garantizaron un mejor presente, aunque ni siquiera muchos de ellos pudieron plantearse una estrategia de futuro: la imposibilidad de saber hacia dónde se movía la isla impedía casi siempre la elaboración de ese sueño.

En los últimos años Cuba ha cambiado. Ha cambiado al punto de que se ha aceptado la necesidad de cambios en las estructuras y los conceptos. Tanto ha cambiado que muchos de los beneficios del pasado, que se identificaron con las cualidades del modelo socialista, hoy son considerados como deformaciones paternalistas, subsidios y gratuidades insostenibles. Y a este tenor se anuncian más cambios, como la posible eliminación de la cartilla de racionamiento por considerarse un subsidio incosteable para un Estado con serias dificultades financieras, la eliminación de la doble moneda (divisas y pesos cubanos) que circula en el país y que dificulta las operaciones mercantiles y la vida cotidiana de la gente (sobre todo de los que no tienen acceso a las divisas) y otras transformaciones de las que no se maneja mayor información y para cuya instrumentación el gobierno ha pedido tiempo. Tiempo del futuro de cada uno de los cubanos.

Entre los cambios recientes que se han puesto en marcha uno muy revelador ha sido la eliminación, en varios ministerios, de los comedores obreros (también subsidiados por el Estado y fuente de permanente "desvío de recursos", eufemismo que esconde la palabra robo). En esos lugares, para que los trabajadores puedan adquirir una comida, ahora se les entrega un estipendio de 15 pesos diarios, lo que equivale (a 24 días de trabajo por mes) a 360 pesos... en un país donde el salario promedio apenas rebasa los 400 pesos. ¿Es posible planificar un futuro personal entre márgenes como estos?

El propio gobierno cubano ha reconocido la realidad palpable de que los salarios que se pagan son insuficientes para vivir. Con menos evidencia también ha aceptado las múltiples incapacidades de un modelo económico que no garantiza la productividad (Cuba importa más del 70% de la comida que consume) o de unos síntomas de desintegración social visibles en manifestaciones como la resurgida prostitución, la corrupción, el incremento de las manifestaciones de marginalidad, las ansias de migrar que acechan a muchos jóvenes.

Pero se habla poco, casi nada, de la imposibilidad de fraguar modelos o aspiraciones de futuro fuera de las que garantiza el Estado (salud pública, educación, tan esenciales pero generadoras de otras expectativas en los individuos y sociedades que las tienen aseguradas). Digamos que un sueño tan necesario como el de tener una casa -y son muchos los que ocupan viviendas en condiciones deplorables o viven arracimados en espacios mínimos- es una utopía inalcanzable en un país donde una bolsa de cemento cuesta más de la tercera parte del salario promedio antes mencionado. Pero, después de concluir una carrera universitaria, ¿a qué puede aspirar una persona?

Los cubanos de hoy, aun cuando tienen mayor margen de expresar sus insatisfacciones con el presente, son incapaces de prever un futuro que se avizora diferente, pero que nadie imagina cómo le llegará ni cuándo. El costoso paternalismo que generó el Estado y del que hoy trata de desembarazarse, también alcanza a esa aspiración de soñar un futuro posible, pues éste se regirá por las formas y decisiones que establezca el mismo Estado, en un gesto más de su paternalismo. ¿Qué cambios se producirán, cuándo, cómo nos afectarán a cada uno de nosotros y cuánto incidirá en nuestros futuros? Nadie parece saberlo, mientras pasan los años y lo que pudo ser futuro se queda en el pasado irrecuperable de las vidas individuales.


(*) Leonardo Padura Fuentes, escritor y periodista cubano. Sus novelas han sido traducidas a más de quince idiomas y su más reciente obra, El hombre que amaba a los perros, tiene como personajes centrales a León Trotski y su asesino, Ramón Mercader.

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