Cuba, ¿país de poca memoria?
Publicado el lunes 17 de febrero del 2014
El Nuevo Herald
NESTOR CARBONELL CORTINA: Cuba, ¿país de poca memoria?
El sagaz periodista italiano, Aldo Baroni, quien vivió en Cuba durante
gran parte de la dictadura de Machado y presenció su caída y anárquica
secuela, observó años después que se estaba incurriendo en los mismos
funestos errores que minaron a la joven República. Esa preocupación lo
llevó en 1944 a recoger sus punzantes advertencias en un libro titulado
“Cuba: País de Poca Memoria.”
Si
el agudo periodista estuviese hoy con nosotros, ¿qué les diría a
aquellos empresarios cubano-americanos que gestionan activamente el
levantamiento del embargo de los Estados Unidos para poder concertar
jugosos negocios con los mismísimos tiranos que saquearon a Cuba y la
mantienen encadenada? Baroni seguramente les recordaría a los
desmemoriados la servil actuación de muchos de los grandes capitanes de
industrias en Cuba, quienes en 1959 trataron de congraciarse con el
régimen Castro-Comunista para conservar sus propiedades y lucrar.
Me
tocó vivir durante esa etapa bochornosa de nuestra historia. Muy
preocupado por la ceguera o cobardía de numerosos empresarios, quienes
llegaron a hacer aparatosos donativos al gobierno mientras el paredón de
fusilamiento seguía funcionando, asistí a la Asamblea General de
Ganaderos de Cuba celebrada el 24 de mayo de 1959 para discutir la
recién publicada Ley de Reforma Agraria.
Concurrí
a esa importante cita como observador, representando a mi abuelo
materno, José Manuel Cortina, ex- Presidente de los Ganaderos, quien por
encontrarse enfermo no pudo asistir. Decidí hablar cuando me di cuenta
que muchos de los ganaderos perdían el tiempo discutiendo artículos
aislados de la ley, sin percatarse de que ésta, en su totalidad, no era
más que un Caballo de Troya utilizado por el régimen para apoderarse
subrepticiamente de la economía y estrangular a la nación. Algo similar
aconteció, con honrosas excepciones, entre los hacendados y colonos.
En
esa oportunidad, denuncié sin cortapisas la hecatombe que veía venir.
Aunque sólo tenía 23 años, se me permitió hablar sin interrupciones. Al
comenzar mis palabras, expresé estos conceptos en la magna asamblea: “No
se discuten aquí hoy problemas individuales de pequeños o de grandes
ganaderos. No se defienden intereses personales o de grupo. Aquí lo que
se está debatiendo es el porvenir económico y político de la nación.”
Analicé
las graves implicaciones de la ley, no sólo para los terratenientes,
condenados a desaparecer, sino también para los campesinos, que “serían
reducidos a meras partículas del engranaje cooperativo.” Concluí lo que
resultó ser una arenga, exhortando a los ganaderos a que se unieran, en
un gran frente cívico, a las demás fuerzas productoras del país para
defender nuestras tradiciones liberales y los principios democráticos
que esa ley aniquilaba. Y al final les dije: “Ganaderos de Cuba, ¡de pie
para esgrimir vuestros derechos y vindicar vuestras conciencias! ¡De
pie, porque si no se yerguen, serán arrasados por la avalancha
incontenible del intervencionismo estatal!”
Algunos
dirán que eso ocurrió hace 55 años y que los tiempos han cambiado. Es
cierto, las circunstancias hoy son distintas, pero los tiranos de Cuba
son los mismos – duchos en manipular a los maleables y en engañar a los
incautos. Iniciaron una modesta apertura económica cuando perdieron los
subsidios soviéticos, y después dieron marcha atrás cuando les llegó el
torrente de petrodólares bolivarianos.
Y
hoy, no siendo esa ayuda suficiente para reavivar la economía y
perpetuarse en el poder, aspiran a que, con el apoyo de algunos
influyentes empresarios cubano-americanos, los Estados Unidos les abran
las compuertas de divisas turísticas y créditos bancarios. Prometen
ampliar las actuales reformas económicas si reciben el oxigenazo
norteamericano, mientras agreden brutalmente a los pacíficos opositores y
preparan la sucesión con reparto de la piñata entre sus familiares y
jerarcas del Partido.
Bajo
el liderazgo del recién fallecido Manuel Jorge Cutillas-- gigante del
patriotismo y de la libre empresa que no coquetea con tiranos ni
traiciona sus principios --- más de una docena de ejecutivos
cubano-americanos vinculados a compañías multinacionales denunciamos
hace un par de años la nueva maniobra de los hermanos Castro. Esta va
enderezada a dividir al exilio y convencer a Washington de que sólo se
puede superar el impasse en Cuba aceptando las reformas con cuentagotas
que el régimen buenamente ofrezca, sin democracia y sin libertad.
Al
rechazar esa pérfida disyuntiva, sostuvimos que “si previamente no se
desmantela el aparato totalitario, se libera incondicionalmente a todos
los presos políticos, y se restablecen los derechos fundamentales en la
isla, no deben los Estados Unidos hacerles concesiones unilaterales a
los que subyugan a Cuba.”
Finalmente
nos comprometimos a continuar apoyando la creciente resistencia cívica
en Cuba y a “ayudar a la reconstrucción de la isla donde nacimos, pero
sólo cuando los cubanos puedan gozar de la plena libertad que nosotros
disfrutamos y que ellos se merecen.”
Con
orgullo podríamos decirle a Aldo Baroni que hay compatriotas dentro y
fuera de Cuba que no han perdido la memoria ni la dignidad.
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